8 de febrero de 2007

La dignidad que derrotó al apartheid (I)


El 26 de febrero de 2006 se publicó en el suplemento dominical Magazine una completa entrevista realizada por Xavi Ayén en la que Nadine Gordimer rememora el horror de los años de apartheid mientras defiende los avances de una joven democracia. Ahora está volcada en la lucha contra el sida, -su último proyecto ha sido Telling Tales, una antología de 20 cuentos escritos por grandes autores, donde ella misma contribuye con el relato The Ultimate Safari-, y sigue escribiendo con disciplina cada mañana sobre la realidad que le envuelve.

Debido a la extensión del reportaje, lo transcribo por partes. En esta primera se percibe el ambiente que se respira en Johannesburgo, donde reside Nadine Gordimer desde hace casi cincuenta años, y un atisbo de su fuerte personalidad en el recibimiento que hace a los periodistas:

Un chico y una chica hablan y ríen. De repente, él dice: Creo que esta relación debe pasar a la siguiente fase. Ella, sin poder disimular la emoción, espera que él pronuncie las palabras mágicas, que al principio brotan balbucientes: ¿Quieres que nos hagamos la prueba del sida?. La chica estalla de júbilo y grita: ¡Sííí, quiero!.

Bienvenidos a Sudáfrica. El anuncio que vemos en la televisión del hotel corresponde a la última campaña gubernamental para detener la propagación del virus del sida. Según las Naciones Unidas, más del 20% de los ciudadanos de este país son seropositivos. Esta enfermedad, junto con la pobreza (que afecta a más del 53% de la población negra, frente a sólo un 4% de los blancos) y los elevados índices de criminalidad (una de cada cuatro mujeres será violada antes de cumplir los 16 años), son los principales problemas de la nación que abolió en 1991 el sistema del apartheid, basado en el racismo y la negación de los derechos humanos de los negros.

En Johannesburgo, la capital económica, se ha establecido una clara línea fronteriza entre aquellos barrios que pueden visitar los turistas y aquellos otros vedados a su tránsito. Parktown West, donde vive desde hace casi cincuenta años Nadine Gordimer, la premio Nobel de Literatura del año 1991, es zona segura –al menos, durante el día-, pero a nadie se le ocurre pasear por su desangelada carretera, que caracolea entre jardines y casa antiguas. Ningún peatón o ningún otro coche se cruza en nuestro camino. El césped y dos empleados de la compañía de la luz que acarrean cansinamente una escalera son el único atisbo de vida. Tras unos minutos de infructuosa búsqueda de un timbre, la intuición de la escritora detecta nuestra presencia y un sirviente abre la puerta de su residencia de dos plantas, obra del arquitecto inglés Herbert Baker, autor del Parlamento indio en Nueva Delhi y del sudafricano en Pretoria. Un mujer menuda grita desde el alféizar de la puerta: ¿Qué hacen? ¡Entren el coche! ¡Han robado tres en las últimas semanas!.

La mujer es, claro, Nadine Gordimer. Enérgica, decidida y hasta un poquito mandona, ha accedido a dedicarnos dos días de su ajetreada vida, sin que ello le haga interrumpir su disciplinado ritmo de trabajo: Escribo todos los días, por las manañas, al menos cuatro horas, durante las cuales no cojo el teléfono, no abro la puerta...estoy totalmente incomunicada. Por el jardín corretea Tilla, una enorme perra de diez años que, en los días sin nubes, ladra a las montañas del horizonte.

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2 comentarios:

Alberto Colombo dijo...

la vida de personas como Nadine Gordimer es fascinante, solo emplean su tiempo para dar el bien a los demas y luchar por sus derechos.... deberiamos tener varios cientos de millones de Nadine Gordimer en el mundo

Beatriz Fdez. Martín dijo...

Uno de los rasgos que yo más destacaría de ella es su valentía. Tiene mucho valor luchar contra el apartheid desde el extranjero, pero hacerlo desde el mismo corazón de Sudáfrica soportando amenazas y temiendo por su vida en muchos momentos es impresionante