11 de enero de 2007

Vidas en pocas palabras para cortas vidas

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Tim Adams publicó una revisión de Telling Tales en el diario Guardian Unlimited, en diciembre de 2004, coincidiendo con la presentación del libro.

Traduzco su contenido:

La historia es algo así: Nadine Gordimer, la Nóbel sudafricana, estaba viendo los esfuerzos de las Sugababes y Busted y el resto en el resurgir actual de la Band Aid y se sintió culpable. ¿Por qué los escritores del mundo no seguían los pasos de las estrellas del pop y ponían su granito de arena? Después de todo, pensó, “el arte de contar historias es, junto con hacer música, la forma más antigua de encantamiento como entretenimiento.

Con este espíritu, Gordimer, como Geldof, escribió a 20 de los escritores que más admiraba y les preguntó si le donarían una historia. Todos, los 20, respondieron afirmativamente y el resultado es Telling Tales, presentado a bombo y platillo por Kofi Annan en las Naciones Unidas la semana pasada, cuyos beneficios irán a parar a la Treatment Action Campaign contra el VIH/SIDA, una organización benéfica que trabaja particularmente en África.

Muy apreciado como regalo de Navidad, Telling Tales es también la instantánea de una generación literaria. Aunque hay, inevitablemente, algunas notables ausencias en la selección de Gordimer –Philip Roth, William Trevor VS Naipaul- el libro es un Primer nivel de augusto talento literario, con representación de todas las partes del mundo: desde Chinua Achebe a Günter Grass, Amos Oz a Kenzaburo Oë. No solo eso, sino que es lo mejor de lo que ellos fueron capaces. En cada momento, dice Gordimer, sus elegidos han seleccionado “lo que representa lo mejor de su trabajo literario”.

Los escritores no pueden ayudar siendo competitivos. Este es un esfuerzo profundamente colaborativo, y todos los involucrados han prestado gratis sus servicios, pero una de las muchas fascinaciones de este libro es ver quién brilla con más fuerza en el firmamento.

La historia que abre el libro, Bulldog (clic aquí si quieres leer el relato completo), de Arthur Miller, pone el listón alto. Es un cuento sobre la confusión adolescente exquisitamente tranquilo y equilibrado: un muchacho de 13 años va a comprar un perrito y se encuentra a sí mismo seducido por la propietaria. El se marcha con un pequeño perro marrón que no le gusta mucho, la cabeza llena de deseo sexual y sorprendentemente, una repentina facilidad para tocar el piano.

La historia, en su moral, es muy Miller, como las siguientes historias son muy Rushdie (Firebird, una fábula sobre un maharajah que se casa con una financiera de Nueva York que, literalmente, arde espontáneamente) o muy Atwood (The Age of Lead en la que una mujer repasa sus últimos amores mientras ve en la TV un programa de arqueología sobre el descongelamiento de un hombre).

Una de las cosas más curiosas de esta colección es, cómo reunidos todos juntos, los escritores se distinguen más, o quizás las historias que han elegido los definen particularmente.

La única condición que Gordimer puso a sus compañeros fue que sus cuentos no trataran directamente sobre el Sida. Aun así, muchos parecen haber elegido con ello indirectamente en la mente, o al menos, muchas de las historias giran en torno al sexo y la muerte. Paul Theroux ofrece una versión distópica, una extrapolación de Brave New World, en la que el acto del amor es posible solo llevando trajes de látex y en la que los niños pueden comprarse en el mercado negro y protegidos contra virus.

Otros se concentran en hechos específicos de la mortalidad: la historia de Öe contrasta el funeral de un padre; Claudio Magris, mientras, ofrece un pequeño obituario de la idea de Europa central. En su introducción, Gordimer escribe: Quería que éstas fueran hermosas historias celebrando la vida, que es de lo que la gente que sufre de VIH/SIDA están privados –de la plenitud de la vida.

Su historia, The Ultimate Safari, llena de energía, es la visión a través de los ojos de una niña, de la vida en un horrible campo de refugiados, huérfanos. Pero aun así, comprendes lo que ella quiere decir.

Leyendo las historias una tras otra, empiezas a darte bastante cuenta de lo que quieres y lo que no. Entre grandes contadores de historias de siempre, como Margaret Atwood o Michael Tournier, el juego formal de Susan Sontag, en su falso melodrama The Letter Scene, no tiene éxito para mi gusto, o la asociación libre sobre el color azul de la alemana Christa Wolf resulta forzada.

En este contexto, la experta claridad narrativa de Hanif Kureishi, quien da más lecciones brutales sobre las consecuencias del adulterio, o Woody Allen–un sketch cómico brillante sobre los exámenes de las escuelas de pre-escolar de Manhattan- llegan como auxilio bien recibido.

Las dos historias que sobresalen, sin embargo, en esta colección –y bien vale el precio del libro por sí solas- son dos brillantes muestras de distintas tradiciones narrativas. Comienza con la perfecta línea abierta de Márquez, lleno de precisiones, y tendiendo al mito: El Senador Onésimo Sánchez tenía seis meses y 11 días antes de morir cuando encontró a la mujer de su vida. Y se despliega, como es inevitable, como un spaguetti western.

El Senador, felizmente casado y con cinco hijos, y conocedor de su inmediata muerte, ve a la mujer de su vida, una joven india, mientras pasea. Ella regresa más tarde esa noche llevando un cinturón de castidad del que su padre tiene la llave y que le será negada al Senador en venganza por la tarjeta ilegal de identidad que los políticos le han negado durante una década. Sánchez posee a la mujer en la oscuridad, llora para sí mismo.

Y luego, el perfecto final Márquez, lleno de conmovedoras historias no contadas -Seis meses y 11 días después, moriría en la misma posición, devaluado y repudiado por el escándalo público con Laura Farina y llorando con rabia por morir sin ella.

John Updike, mientras, se representa a sí mismo con un maravilloso y típico cuento de deseo y sus descontentos, The Journey to the Death. Las alertas al mismo de Updike sobre los cambios de la interacción emocional le diferencia de los demás. Un hombre, Martin, encuentra a una vieja amiga universitaria, Arlene, en una fiesta. Ambos, Martin y Arlene están divorciados y habiendo vivido en las afueras, vuelven a la ciudad para ser libres. La posibilidad del romance flota en su encuentro, pero Martin posteriormente descubre por su ex-mujer que Arlene también está “cogida”: tiene cáncer y la enfermedad figura en su mente como una razón para dejar a Arlene sola.

Él acaba conociendo una pequeña parte de ella, sin embargo, llevándola al hospital, hablando sobre los viejos tiempos, hasta que un día, se encuentra reacio mascullando bromas cuando ella yace en su lecho de muerte. Él no ha querido llegar hasta aquí para afrontar ésto –no es su vida-, pero encuentra justo lo mismo y siente una obligación, aunque la vida es más activa que la muerte. Y eso, como supones, es un poco sobre lo que trata esta colección.

2 comentarios:

lola parra dijo...

Hola Beatriz, desde mi punto de vista me ha parecido un trabajo muy interesante y de actualidad, el tema que tratas está candente desde hace años, por desgracia, en nuestra sociedad.
Por otro lado veo un trabajo muy bién elaborado, en definitiva, me ha gustado.
Un saludo

Beatriz Fdez. Martín dijo...

Sólo puedo decir muchísimas gracias. Saludos